Fotografía
ofrecida por Rodrigo Peñalosa. Archivo familia Peñalosa.
Peñalara
es, con sus 2.428 metros, el techo del Guadarrama. Delimita dos provincias, dos
comunidades, dos mesetas, dos vertientes.
Su
silueta es la referencia en la línea de cumbres de la sierra y conserva las
huellas de su pasado de glaciar alpino. A sus pies se disponen varias lagunas,
canchales y praderas de montaña.
El
despertar de la ciencia durante el siglo XIX hizo que la sierra se convirtiera
en el escenario de trabajos de campo e investigaciones y comenzó a ser
frecuentada por geólogos, botánicos, naturalistas, ingenieros… Alcanzar el
Peñalara suponía realizar una verdadera expedición, y en no pocas ocasiones se
debía contar con la ayuda de guías locales, habitualmente pastores, y dormir en
abrigos improvisados. Se trazaron mapas y se abrieron rutas; se estudió su
geología, vegetación y fauna. Y, sobre todo, se dio a conocer. Primero en
pequeños círculos científicos y luego al más amplio de educadores.
La
cumbre del Peñalara, poco a poco, comenzó a recibir la visita de un creciente
número de excursionistas, deseosos de contemplar las espectaculares vistas de
las mesetas castellanas que se divisan desde esta montaña del Guadarrama.
En
el caso que mostramos el gran científico e ingeniero de Montes del Real
Patrimonio, Joaquín Mª de Castellarnau ejerció de guía, lo que nos permite
aventurar que la expedición recorrió la vertiente segoviana de la sierra.
Su
condición de símbolo se consolidó en 1930, al ser declarada Sitio Natural de
Interés Nacional.
Hoy
forma parte del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
Expedicionarios
en los alrededores de Peñalara. 7 de marzo de 1890. Archivo famila Peñalosa.
Reverso
de la fotografía con dedicatoria. 7 de marzo de 1890. Archivo familia Peñalosa.
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