lunes, 16 de octubre de 2017

NORDAHL GRIEG EN EL II CONGRESO DE ESCRITORES PARA LA DEFENSA DE LA CULTURA




El escritor Nordahl Grieg llegó a España a participar en el II Congreso de escritores para la defensa de la Cultura, que se desarrolló en las ciudades de Valencia, Madrid, Barcelona y París en julio de 1937.




















Revista Regards. Artículo a doble página del Congreso de escritores para la defensa de la Cultura, con la presencia de Nordahl Grieg. 22 de julio de 1937. BNF Hemeroteca digital.


Como conclusiones a este Congreso se elevaron las siguientes:

Los escritores de veintiocho naciones, reunidos para su II Congreso Internacional, que ha tenido lugar en Valencia, Madrid y Barcelona y ha terminado sus trabajos en Paris proclaman:

Primero: Que la cultura que se han comprometido a defender, tiene por enemigo principal al fascismo.

Segundo. Que están dispuestos a luchar por todos los medios de que disponen contra el fascismo, ya cuando muestres su rostro destructor, o adopte, para llegar a sus fines, formas desviadas; en una palabra, declaran estar dispuestos a luchar contra los autores de la guerra.

Tercero. Que en la guerra efectiva que el fascismo ha abierto contra la cultura, la democracia, la paz, y en general, la felicidad y el bienestar de la Humanidad, ninguna neutralidad es posible, ni puede pensarse en ella, como han comprobado en dura experiencia los escritores de numerosos países en donde todo pensamiento está limitado a las terribles condiciones de la ilegalidad.




El poeta danés Sigvard Lund, la corresponsal noruega Gerda Grepp y Nordahl Grieg en la Puerta del Sol. Madrid, julio de 1937. CDMH. Foto Walter Reuter.


Nordahl Grieg. Extracto de Verano español, crónica 4.

"Llegaban buenas nuevas del frente: la República había iniciado su gran ofensiva sobre Brunete. Constantemente llegaban delegaciones de soldados para saludar a los escritores, muchas de las Brigadas Internacionales. Cuando desfilaban por el pasillo central de la sala, les aplaudíamos y vitoreábamos enardecidos. A las afueras de Madrid, aquellos hombres luchaban para la defensa la cultura.

Me invadió una sensación de vergüenza. Le habíamos pasado la responsabilidad a ellos. Cuando levantaban el brazo y nos saludaban con el puño, distinguíamos la pequeña placa de metal que llevaban alrededor de la muñeca. Era la señal que los identificaría cuando los mataran o los trasladaran al hospital.

Malamente habíamos defendido la cultura con nuestras palabras y nuestras ideas, malamente habíamos hecho nuestro trabajo los hombres del espíritu, puesto que tenían que retomarlo extenuados mecánicos a pie de ametralladora.
La imaginación debería haber sido ser nuestro distintivo, y de qué modo tan miserable la habíamos empleado. En nuestras manos, la cultura se había convertido en una pequeña especialidad para un círculo de iniciados. Habíamos reculado ante el terrible imperio de la injusticia sobre la tierra. Nuestras palabras no habían logrado llegar a los oprimidos de nuestros propios países del atardecer; la oscuridad en la que vivía la humanidad, incontables millones de personas, nos era desconocida. Y sin embargo, ahora que el mundo temblaba ante estos tiempos de ceguera, penuria y atrocidad, nos lamentábamos de que la cultura corriera peligro. ¿Qué cultura?"


Nordahl Grieg pronuncia su discurso ante el Congreso. Fondo Guillermo Fernández Zúñiga. Foto Walter.

Nordahl Grieg pronuncia su discurso en el Congreso de escritores para la defensa de la Cultura el martes 6 de julio en las jornadas de Madrid, en el auditorio de la Residencia de Estudiantes, después de su colega y amigo el cubano Nicolás Guillén.


DISCURSO NORDAHL GRIEG

Un escritor antifascista que, desde su país apacible y neutral, llega a la España en lucha, siente la necesidad de probarse a sí mismo y de probar su obra. Su propia insuficiencia le causa entonces un sentimiento de vergüenza. Ve a los hombres en las trincheras que lo dan todo, que viven en un mundo de acción y de muerte, y no puede dejar de pensar que él se ha quedado lejos del peligro con las palabras y la vida.

En España sentirá constantemente lo que seguramente ya ha sentido en otros momentos llenos de amargura y de reproches, que su contribución debe ser infinitamente más grande y más infatigable. Lo que he visto aquí será como una llaga abrasadora en su conciencia. Cada día que no aporte todas sus fuerzas a la lucha contra el fascismo, tendrá el sentimiento de traicionar a estos hombres que le han entusiasmado por su heroísmo y, en su país neutral, se sentirá un desertor del frente español.

Es el derecho a llamarnos camaradas y hermanos de los combatientes el que nosotros, escritores de los países democráticos, debemos conquistar.

Que nuestras palabras vuelvan a ser eficaces, como lo han llegado a ser en España y en la literatura constructiva de la Unión Soviética. Allí, la palabra se ha convertido en acción.
Frente a Madrid, en las trincheras de las primeras líneas de la República, hemos visto escuelas y bibliotecas a cien metros del frente fascista. Las ametralladoras de los moros tiran por encima de las trincheras, mientras que los jóvenes soldados van a la escuela. Es el símbolo del fascismo querer arrebatar al pueblo la posibilidad de una vida más bella. Pero en esas clases ahondadas en la tierra, la palabra desarrolla al hombre, la palabra le hace más fuerte, más consciente, la palabra le abre un porvenir mayor. Y todas las noches el coche del altavoz sale para el frente, las palabras se oyen a tres kilómetros, los fascistas deben escuchar la verdad. Tiran sobre el altavoz, tiran sobre la verdad.

Pero las palabras llegan a muchos de los suyos, les obligan a pensar y frecuentemente les hacen deponer las armas. Las palabras pueden dar la fe al hombre y sembrar la duda entre el enemigo, pueden aproximar la victoria sobre el fascismo. He aquí lo que son las palabras eficaces y es esto lo que debemos aprender en las democracias de la Europa occidental.

Una de las tareas de este Congreso es la de definir el terreno de nuestra actividad, hacer ver lo que podemos hacer en la lucha contra el fascismo y, ante todo, lo que podemos hacer por la República española.

Para que una palabra tenga potencia, no es preciso que se exprese, sino que llegue a aquellos a quienes puede servir. Nosotros, los escritores antifascistas de los países democráticos, sabemos, o deberíamos saber, que nuestras palabras no van hasta aquellos que deberían servirse de ellas. La mayoría de nuestros lectores son burgueses en quienes nuestras palabras, todo lo más, despiertan algunos pensamientos que inmediatamente vuelven a amodorrarse. Un artífice busca los mejores materiales para su trabajo, pero nosotros, los escritores, ¿lo hacemos?

¿Vamos hasta la parte más maleable, la más prometedora de nuestro pueblo: hasta las masas ? La respuesta es que no.

Voy a tomar un ejemplo preciso. La organización internacional de marinos no ha decidido aún el bloqueo de Franco. Algunos países han intentado declarar el bloqueo, pero, por ejemplo, en Noruega las autoridades han declarado ilegal el bloqueo de los puertos franquistas. Es, pues, ilegal obrar humanamente. El argumento burgués contra el bloqueo es que no hay ninguna acción internacional, lo que no sería más que un golpe de espada en el mar, puesto que las organizaciones de marinos en la mayor parte de los países, y particularmente en Inglaterra, se mantendrían apartadas. En general nosotros acusamos a los jefes de los sindicatos. Bien. Pero no es interesante acusar a los demás.

Lo que nos interesa a nosotros, escritores antifascistas, es hacer la pregunta así: Nuestra palabra, nuestra lucha contra el fascismo, por una España libre, ¿ha llegado a los trabajadores, a los marinos, los ha estimulado?

Los hechos prueban que no los hemos estimulado.

Entre los marinos se encuentran los mejores hombres del proletariado; tienen una profunda facultad de solidaridad; ayudan con abnegación y heroísmo a camaradas desconocidos que peligran en la tempestad; pero la solidaridad con los camaradas en peligro en una democracia amenazada no se ha realizado aún. Un esteta burgués dirá que esta cuestión estaría en su lugar en un congreso de trabajadores de transportes y no en una reunión de escritores. Pero nosotros estamos mejor informados: nuestros intereses, nuestra lucha, son los mismos.

Se trata, para nosotros escritores, de hacernos escuchar por las masas trabajadoras, de decirlas en un lenguaje que comprendan, que es aquí y ahora cuando debe influir su solidaridad. Cada día que se retrase el bloqueo de Franco, mueren hermanos suyos, mujeres y niños son asesinados.

Es preciso que nuestros esfuerzos para hacerlo comprender a los marinos estén guiados por un plan internacional: los escritores de América, de Inglaterra, de Escandinavia, de Holanda, de Bélgica y de Francia deben actuar al mismo tiempo y unánimemente. Debemos encontrar la palabra que cree la acción. He aquí dónde están nuestras responsabilidades, nuestro deber. He mencionado este caso particular y concreto, porque ante todo este Congreso debe ocuparse de cuestiones concretas.


Otros escritores de miras más elevadas y más vasta experiencia suscitarán otros problemas. Aquí en España nuestra voluntad, ardiente y constante, de participar en la lucha antifascista, habrá recibido tareas precisas y una nueva fuerza.

(Extraido de Hora de España, revista mensual, nº VIII, Valencia, agosto, 1937)
El discurso de Nordahl Grieg aparecerá en la reedición de Verano español.

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